La nueva biblioteca sirve de transición entre el espacio público de Ludwigstrasse  y el espacio colectivo y ajardinado del patio; entre el bullicio, y el silencio interior de la universidad. Esa situación intermedia, se expresa en el proyecto mediante dos gestos delicados pero visibles: la nueva fachada, como filtro y reflejo entre ambos mundos, y el nuevo espacio “plaza” de acogida y encuentro que actúa como acceso principal al patio.

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La nueva fachada trata de lograr la integración, evanescente y en caligrafía contemporánea, con las antiguas fachadas. Se construye con un gran plano neutro de vidrio serigrafiado compuesto por tramas con distintas direcciones basadas en un pequeño dibujo de Gerhard Richter. Tras ese plano de vidrio se sitúan estores también tramados con la misma geometría. La superposición  aleatoria de ambas tramas produce así las interferencias de un efecto Moiré, logrando la vibración y oscilación visual y evanescente de las ramas finas de los árboles delanteros. Visto de un modo más simbólico, se trataría también de los habituales efectos Moiré de la grafía y de la  imprenta, tan relacionados con una biblioteca; esa relación e interacción entre tramas (tradicionalmente considerada por los impresores como un fallo) que aquí, sin embargo, se entiende y transforma en algo más interesante, como un nuevo nivel o capa de profundidad.

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De igual manera se configura el espacio previo de la entrada al patio: Una “plaza” en rampa solapa el espacio público de la calle con el espacio más íntimo del interior.  Esta “plaza” genera un nuevo espacio de mayor densidad y ocupación, creando movimientos más libres y construyendo entre los edificios  un nuevo lugar de conexión y encuentro que suma situaciones. 

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