La Loza
Las Palmas de Gran Canaria, 2020
Reconocimientos:
Finalista premios FAD 2021
Finalista premios S.Arch 2021
Publicaciones:
El antiguo edificio industrial que había allí se parecía a muchos otros almacenes de estructura de hormigón y ventanas de madera de la época. Había sido construido en 1961 y llevaba cerrado 30 años. Estaba pintado de una verde botella intenso (aún quedan manchas de aquel color). Su estructura ofrecía la ventaja de ser muy regular en la disposición de sus pilares, siguiendo una malla de ochoporcinco. De manera que, una vez eliminados los tabiques y múltiples añadidos, resultaba una estructura hipóstila casi perfecta que se conservó (era por razones de sostenibilidad, una condición de proyecto).
Desmontar, limpiar y eliminar enfoscados viejos (salvo en algunos puntos) condujo al edificio a un nuevo punto cero a partir del cual iniciar el proceso de ocupación; y esto se hizo evitando divisiones, dejando libre la retícula de pilares desnudos; generando por lo tanto un espacio pautado e indeterminado.
Se trataba de conseguir una organización abierta, no oclusiva, simplemente “ocupada” y con cierta provisionalidad. De ese momento son las referencias al inevitable Branzi y el type-art. De ahí el dibujar las plantas con una Olivetti vieja que aun pervivía en el estudio, resolviendo la disposición organizativa mediante una arquitectura más algebraica que geométrica.
En una organización algebraica, los elementos ocupan una matriz neutra. La retícula de pilares, una vez limpia y “perfeccionada” (refuerzos, prolongaciones y eliminaciones), se convierte en una especie de partitura en blanco - un espacio pautado – donde anotar los elementos que organizan el programa, puntuando el espacio como hacen las notas sobre el pentagrama.
Con esa estrategia se situaron los diversos objetos (las cortinas, los boxes, pero también las cajas que recercan las entradas al edificio) en el espacio reticulado o hipóstilo del edificio. Trabajar con los números tiene la ventaja de dificultar cualquier intento erróneo de “componer” a base de geometrías cerradas que pudieran jerarquizar o dividir el continuo espacial.
Esta interpretación algebraica del espacio requiere disponer de la máxima diafanidad y elongación visual. La organización del espacio se limita o señala (no se divide) mediante cortinas de policarbonato ondulado traslucido, que se sujetan sin elementos horizontales para evitar cualquier sombra que les de consistencia. Estas contrastan con la estructura de hormigón existente, aportando el tacto amable y flexible. Se trataba de conseguir la percepción de la totalidad máxima del espacio.
Entender la retícula como matriz de proyecto condicionó también el modo de resolver sus límites, afectando claramente al enfoque dado a la fachada. Una retícula por principio siempre desea el infinito, y por ello su cerramiento es efímero o invisible. La condición de máxima trasparencia se unía a la eficiencia energética que se trataba lograr. Los grandes vidrios, de suelo a techo, permiten a la luz alcanzar más profundidad de planta (ayudada también por el piso pulido de terrazo sin juntas). Además, aprovechando tres antiguos patios existentes en la estructura original (pensados para el transporte vertical de mercancías) se diseñaron tres grandes lucernarios “diagonalizados”, que conforman prismas triangulares, tratados interiormente con pintura reflectante de carretera.